lunes, 8 de marzo de 2010

7 de Marzo: Día del hincha de Racing

Un día como hoy en 1999, treinta mil personas colmaron el Cilindro para abrazar a un equipo al que una prohibición judicial impedía jugar contra Talleres.

Alguien alguna vez definió a Racing como el arte de amar con fe. Un 7 de marzo de 1999 esa definición cobró la fuerza de una verdad implacable. Esa tarde, treinta mil personas colmaron el Cilindro para abrazar a un equipo al que una prohibición judicial impedía jugar contra Talleres. El presidente Daniel Lalín había pedido la quiebra del club y la sindico Liliana Ripoll ya había sentenciado que había dejado de existir. Cuando parecía que La Academia solo esperaba la hora de su ejecución, el pueblo volvió a ser la voz que bramó cuando los traidores callaron. Fue un día que cambió la historia del club y quedó instaurado para siempre como el día del hincha académico.

Aquella tarde, el sol parecía derretir Avellaneda con más de 35 grados. Pero no había tiempo para quejarse del calor. Solo había espacio para una trinchera pasional construida con cantos, aplausos, banderas, camisetas sagradas, lágrimas con sabor a dolor e impotencia.

Aquella tarde, miles de corazones académicos caminaron por la calle Alsina hacia el estadio con la certeza de que iba a ser necesario mucho más que designios judiciales para desconectar a Racing de su existencia. Fue la primera vez en la historia del fútbol argentino que una cancha estuvo repleta no para ver jugar a un equipo sino para defender los colores de aquellos que pretendían condenarlos.

Aquella tarde, el Cilindro se erigió como el templo de la pasión y la lucha, de las canciones y sentimientos, de los abrazos y la hermandad académica.

La imagen de un hincha caminado de rodillas sobre el césped y la de un Cristo con la camiseta de Racing fueron las postales de una tarde en la que Avellaneda quedó movilizada por la fe de quienes creyeron sin vacilar que nada podía matar al club.

Fue la tarde en la que los jugadores se dejaron abrazar por el idioma de la pasión inexplicable. Así, se olvidaron por un rato de su rol de deportistas y se convirtieron en participes necesarios de un reclamo parido por el amor genuino. Gustavo Costas, uno de los entrenadores del equipo, y los futbolistas Morales, Reinoso, Quiroz, Zanetti y Michelini estuvieron presentes para demostrar que Racing también les había ganado el corazón. No faltaron los históricos: el Pato Fillol, el Chango Cárdenas y Maschio. Su presencia fue otro escudo contra la absurda clausura del club. La muestra más grande de ese compromiso fue el anuncio de que se abriría una cuenta a nombre de Quiroz y Costas para juntar fondos para la quiebra.

Al mismo tiempo, esa lucha contra una fría sentencia de desaparición trascendió el barrio. En Tucumán, 200 personas se sumaron a la pelea por mantener vivo a Racing.

Fue la tarde, en la que 5 mil personas se arrojaron de cabeza hacia el campo de juego para sentirlo más suyo que nunca.

Fue la tarde, en la que miles de gargantas gritaron con fuerza contra los culpables de que Racing se encontrara agonizante.

Un abrazo simbólico al estadio fue el cierre de una larga jornada en la que alguien impidió que la redonda hiciera sus travesuras pero no pudo evitar que la pasión se desplegara como nunca antes en una cancha.

Fue la tarde en la que el hincha académico demostró que es distinto a los demás y que su fidelidad no dependerá jamás de estadísticas o logros deportivos. Fue la tarde en la que quedó sellado el legado del pueblo de Racing: no existe nada imposible para aquellos que se atreven a amar con fe.

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