lunes, 12 de abril de 2010

Pesadilla IV (Terror en la cervecería)

Cuando Leandro González clavó el tercer gol de Estudiantes, el hincha de Racing tuvo la certeza de que era una tarde donde todas las pesadillas se harían realidad. Poco importó que el delantero no gritara su gol en reconocimiento a su intrascendente pasado académico. Más tarde, llegaría el cuarto tanto (también del ex Racing), ese tiro de gracia para un equipo que no salió al campo de juego con la convicción que lo había hecho en otros encuentros. La goleada propinada por Estudiantes le abrió la puerta a ese espectro enorme llamado promoción y le dio permiso para que otra vez se pasee a sus anchas por Avellaneda. Fue una goleada para que todos los fantasmas de Racing se floreen como lo hicieron los once de Sabella en la cancha de Quilmes.

La jerarquía individual de los platenses no demoró en deglutirse las tibias intenciones de Racing. Una falta cercana al área, un disparó de Sosa que venció a De Olivera y el 1 a 0. A partir de allí, Estudiantes se hizo dueño absoluto de la cancha y desarmó la trinchera defensiva de Racing, que hasta ese momento había mostrado cierta prolijidad.

El equipo de Russo fue un participe necesario de la arremetida pincharrata: le cedió la pelota, no frenó a nadie en el mediocampo, no presionó en la salida y lo esperó mansamente. Una idea kamikaze que terminó en goleada. Así, Racing se inmoló solito en la cervecería.

Racing casi ni atacó en el primer tiempo y Estudiantes supo definir con calidad cada incursión en los territorios albicelestes. Incluso, se cansó de repetir el mismo estilo de jugada sin que ninguno de los contrarios se avivara de cortar el circuito antes de que prosperara. Gastón Fernández, otro ex Racing, atravesó miles de veces el mediocampo y el área de De Olivera sin marca y en soledad. Los mismo sucedió con Sosa. Y entonces el subcampeón del mundo empezó esculpir a mano una brillante actuación. Primero, la metió Clemente Rodríguez. Y, como si no alcanzará para ser una tarde de terror, González castigó a su ex equipo con la habilidad que jamás exhibió vistiendo la celeste y blanca. Así, Racing comenzó a deambular por el campo de juego con un 3 a 0 a cuestas y una completa desorientación. Ni el más optimista de los hinchas guardaba esperanza en que la historia pudiera revertirse en el complemento.

El segundo tiempo, La Academia intentó acercarse al área de Orión pero jamás le encontró la vuelta al partido. Los ingresos de Castromán y Lugüercio solo desnudaron aún más el escaso poder ofensivo del equipo de Russo. Cada ataque académico se diluyó ante la astuta marca de los platenses. Estudiantes pudo ampliar la diferencia y desperdició varias chances netas. El cuarto gol, un disparo parido con destreza desde los pies de González, terminó de decretar una derrota previsible, una goleada evitable.

“Un minuto de silencio, para Racing que está muerto”, aullaban entre risas las tribunas locales. Habrá que ver si Miguel Ángel Russo se las ingenia para no darle la razón y para que no haya una secuela (aún más tenebrosa) de esta tarde de terror.

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