martes, 12 de octubre de 2010

Si es difícil explicar la derrota, con más razón hay que hacerlo

Si bien ningún análisis podrá cambiar el resultado (ni inmunizar al hincha de las cargadas), es necesario que el DT pueda explicar (y explicarse) porque la nefasta historia ante el rival de siempre volvió a repetirse.

“Es difícil explicar una derrota cuando hacés las cosas mejor que el rival. Fuimos protagonistas, lo plateamos para ganarlo y lo buscamos todo el tiempo. Hicieron el gol y nos costó acomodarnos”. Las palabras de Miguel Ángel Russo pueden ser por estas horas sal sobre la herida ardiente que dejó la derrota en el clásico de Avellaneda. Si bien ningún análisis podrá cambiar el resultado (ni inmunizar al hincha de las cargadas), es necesario para el DT y sus dirigidos explicarse así mismos porque la nefasta historia ante el rival de siempre volvió a repetirse.

Desde el momento en el que se supo que Giovanni Moreno no iba a estar presente en el Libertadores de América, Russo empezó a jugar su propio partido. La elección del reemplazante del colombiano era un mensaje subliminal sobre qué era lo que iba hacer el equipo cuando la pelota empezara a rodar. Y el elegido para estar desde el arranque fue Braian Lluy. Así, dio la sensación de que Racing iría al infierno con un esquema conservador. Teniendo en cuenta que del otro lado habría un equipo con 16 goles en contra en su haber, dos goleadas y una sola victoria, el esquema parecía desmedido en lo cauteloso. Además, se ubicó a Patricio Toranzo en el mediocampo y se notó que el ex Huracán nunca se sintió cómodo allí. De esta manera no pudo verse su mejor versión, que es cuando se acomoda por derecha. Entonces algo allí falló. Nunca se sabrá que habría sucedido si Giovanni Moreno hubiese ocupado su lugar. Y hasta el resultado podría haber sido el mismo. Pero quedó claro que con su ausencia el equipo perdió audacia y desparpajo para ir hacia adelante sin titubeos. Se puede discutir si el colombiano y sus lujos son redituables, pero quedó a la vista que es necesario tener un jugador así para contrarrestar el desorden, la falta de ideas, los pelotazos y para sacar ventaja de las enormes deficiencias del rival. Es que si la derrota duele más que nunca es porque Racing no tuvo eficiencia para pegarle el golpe de gracia a un rival venido a menos.

Durante el primer tiempo, La Academia jugó mucho mejor que Independiente pero no tuvo eficacia como para que esa superioridad pese donde tiene valor: en el marcador. Es cierto que los detalles que cambiaron el partido no tienen que ver con el entrenador (las pésimas definiciones de Hauche, las atajadas de Hilario y el error grosero de Cáceres). Pero sí lo es el hecho de que en el segundo tiempo el equipo no saliera convencido de que el partido podía empatarse y hasta ganarse. Es allí donde un entrenador marca la diferencia.

En el segundo tiempo, ingreso Bieler por Lluy. Y dio la sensación que entonces armó el equipo que debería haber estado desde el arranque. Además, mandó a la cancha una fija: Castroman por Luguercio. Sí, a pesar de que hace rato que no está ni cerca del jugador que supo ser, el ex Vélez ingresó como si fuera el as bajo la manga. Así quedo flotando el gran interrogante de porque sí Mario Sosa estuvo en condiciones de estar en el banco no fue una variante a la hora de dar vuelta un partido.

Lo lamentable es que Racing no pudo doblegar a un rival que a los 65 minutos bajó la cortina, se dedicó a esperar el pitazo final y a tratar de facturar en alguna contra aislada. Y es entendible que lo hiciera ya que sumó tres puntos que le permitirán salvar el año y les hará olvidar los desastres institucionales.

“Hay que seguir trabajando y pensar en el próximo partido”, señaló el entrenador. Y para ello será vital repasar lo sucedido en el clásico. Si es difícil explicar porque Racing perdió, con más razón hay que hacerlo. La deuda enorme que el plantel y el DT mantiene con el pueblo académico así lo demanda.

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