La ecuación es implacable: cuanto más limitado, conservador, inerte es el rival de turno menos inteligencia, menos fútbol, menos ideas exhibe Racing para poder doblegarlo.
La ecuación es implacable: cuanto más limitado, tibio, conservador es el rival de turno menos inteligencia, menos fútbol, menos ideas exhibe Racing para poder doblegarlo. A estas alturas, hablar de méritos no sirve para nada. Ni siquiera es útil como falso consuelo. Seis derrotas hablan de un equipo que paga caro todos sus errores y que no sabe maximizar sus virtudes. Para volver a la victoria, el equipo de Russo tendrá que recuperar la memoria y apelar al juego colectivo y solidario. Las seis derrotas que lleva en campeonato no dan licencia para que ningún jugador se la crea.
Aunque parezca increíble, por más que Racing tenga a su favor miles de opciones de pelota parada, nunca logra que un centro o tiro libre sea bien ejecutado y genere peligro. Y ese problema lo viene arrastrando desde hace tiempo. Y queda claro que un equipo que tenga aspiraciones de pelear arriba no puede darse el lujo de desperdiciar los balones detenidos. Sobre todo si enfrente tiene un rival que desplega una verdadera muralla china para salvaguardar un triunfo que lo aleje de la zona de promedios. Como ya le había sucedido ante Argentinos, Racing se queda con las manos vacías ante rivales que patean al arco menos de tres veces en todo el partido. Y ni hablar de la falta de inteligencia, audacia, astucia para usufructuar los espacios cuando se tiene un hombre de más. Así, por más que el partido durará tres días, la imagen que genera La Academia es que nunca alcanzará el empate o la victoria.
El equipo de Russo deberá entender que se debe atacar por la zona más propicia y menos poblada de rivales. Ante River pareció empecinado en ir por el medio cuando por las bandas se notaba a la legua que tenía una autopista directa hacia Carrizo. A estas alturas, el hecho del que el arquero rival sea la gran figura termina siendo más una maldición que un merito propio ya que otra vez pone de manifiesto la enorme incapacidad para cristalizar en la red todos sus intentos.
Es hora de que el equipo tenga la madurez como para levantarse si es el rival el que abre el marcador. Y que, además de tocar con displicencia, vuelva a domar a la redonda para que su fútbol tenga volumen y contundencia. Es hora de que vuelva a ser un equipo solidario y no una suma de intentos individuales. Llegó el momento de acomodar las piezas, de trabajar todo lo que sea necesario para cambiar la ecuación: cuanto más limitado el rival, más reacción, más futbol, más ideas, más inteligencia, más contundencia de Racing para arrinconarlo y ganarlo.
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