domingo, 21 de febrero de 2010

Neblina Rusa

Cuando el fútbol del equipo se había desvanecido, apareció el gol de Hauche. Ese tanto le puso un freno de mano a los enormes fantasmas de La Academia. Pero Racing aún sufre la falta de ideas y habrá que ver si Russo logra aclarar la bruma futbolística.

El destino esta vez le sonrió a Racing. Primero, sobrevino el guiño esperanzador que concedieron los resultados de Chacarita y Gimnasia de La Plata. Y, cuando el fútbol del equipo se había desvanecido, apareció el gol de Hauche. Ese tanto le puso un freno de mano a los enormes fantasmas de La Academia. Y, a su vez, le permitirá a su nuevo DT trabajar con mayor serenidad de cara al clásico.

El mayor problema del equipo sigue siendo la falta de ideas, la escasa astucia a la hora elegir la ruta más directa y menos congestionada al corazón del área rival. En el primer tiempo, generó varias jugadas aisladas para abrir el marcador, pero fue cediendo terreno y le permitió a su rival coquetear con la red. La suerte le sacó la lengua a los Simeone y colaboró para que Racing mantuviera el cero en su arco por segunda vez en el campeonato.

Durante la segunda etapa, el equipo abusó del pelotazo y se fue encerrando en su propio laberinto. Fue entonces cuando el circuito de fútbol quedó inmerso en una bruma espesa y dio la sensación de que el arco defendido por Migliore quedaba a cien años luz de Hauche, Lugüercio y compañía. Quedo claro que Russo tendrá la enorme tarea de encontrar el faro del equipo, ese nombre propio capaz de abrirse paso con inteligencia entre los rivales para luego alimentar a sus compañeros. Castromán mostró algunos destellos interesantes, pero más de una vez, perdió contra si mismo y sus movimientos demás. Grazzini parece quedarse siempre a mitad de camino entre el jugador que puede ser y aquel que termina mostrando en la cancha.

En el fondo, Racing no sufrió los temblequeos groseros que había exhibido en los partidos anteriores, pero aún faltan ajustar varias piezas para desterrar de una vez por todas ese eterno pánico que sobreviene cada vez que la pelota merodea el área académica. De Olivera volvió a demostrar que el olfato de Caruso funcionó al menos una vez. Se mostró seguro y tuvo una intervención brillante en el primer tiempo evitando un disparo que tenía destino de red.

La imagen del final, con la neblina generada por las bengalas invadiendo el campo de juego, fue una postal de este Racing que, si pergaminos ni cucardas, acaparó tres puntos vitales para la pelea que lo espera. Solo Russo y sus dirigidos podrán hacer que la bruma futbolística desaparezca y el sol abrace con sus rayos la vereda celeste y blanca de Avellaneda.

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