lunes, 10 de mayo de 2010

Racing hizo lo que mejor sabe: complicarse solo

De la mano de horrores defensivos extremadamente infantiles, le permitió a River llevarse tres puntos sin transpirar ni despeinarse. Y, como en la mayor parte del torneo, deberá esperar que los errores ajenos le concedan la salvación que no supo conseguir por si mismo

Era el partido indicado para revolear bien lejos la calculadora. Pero Racing no pudo abandonar su peor hábito, su mayor adicción: complicarse solo la vida. Dela mano de horrores defensivos extremadamente infantiles, le permitió a River llevarse tres puntos sin transpirar ni despeinarse. Y, como en la mayor parte del torneo, deberá esperar que los errores ajenos le concedan la salvación que no supo conseguir por si mismo.

Cuando apenas iban un minuto de juego, aquel tiro libre que Claudio Bieler no pudo convertir en gol parecía presagiar que sería un encuentro en el que el equipo comandado por Miguel Angel Russo iría en busca de la victoria con criterio. Pero fue solo un espejismo. Unos instantes después, Funes Mori cabeceó en completa soledad y batió a De Olivera. Ese desliz incomprensible le permitió al atacante millonario (que solo había convertido una vez en 19 partidos), empezar a calzarse el traje de verdugo inesperado de todas las esperanzas del pueblo académico. Al encontrarse abajo en el marcador, Racing pareció envalentonarse y no claudicó en la búsqueda del empate. Pero equivocó los caminos. Se mostró nervioso y lo dejo al rival hacer y deshacer a su antojo. Y ni siquiera tuvo una cuota de fortuna para obligar a la redonda a entrar en el arco de Vega aunque se tratara de una situación clarísima de gol. La mejor síntesis del primer tiempo fue cómo se gestó la jugada del segundo gol: Racing tuvo la oportunidad de convertir, pero la desperdició. River sacó del su arco, Martínez cometió un pifie fatal y Funes Mori aprovechó ese yerro para sentenciar el dos a cero. La falta de precisión en ataque, la escasez de ideas sumadas a una defensa calamitosa fueron un cóctel explosivo que empujó a Racing a hacer lo que mejor sabe: complicarse solo. Mientras La Academia trataba de dilucidar cómo iba a conseguir el empate que nunca debería haber arriesgado con tanta imprudencia, otra enorme desconcentración le dejó servido el tercero a River. A esas alturas, el Karma de la historia volvía a reírse a carcajadas de un equipo que se empecinó en hacer todo al revés. Quizas, en ese momento Russo se dio cuenta de aún no se logró ningún objetivo y debe seguir comprometido con Racing hasta el final antes de darse el lujo de concentrar la mente en algún sitio fuera de Avellaneda.

En el segundo tiempo, River reguló el juego y La Academia no mostró la reacción necesaria para dar vuelta la historia. Tuvo alguna llegada tibia y encontró en Lucas Castroman al hombre que intentó arriar a un equipo que ya parecía entregado. Los de Cappa tuvieron oportunidades para aumentar el marcador, pero la suerte se compadeció del pueblo académico y el cuarto gol nunca llegó. Tras el pitazo final, la sensación que inundó el Cilindro fue la de que otra vez Racing no pudo dejar atrás ese un viejo hábito, una tóxica adicción, un vicio demasiado perjudicial: el de empecinarse en seguir sufriendo.

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