lunes, 22 de noviembre de 2010

Una hinchada celeste y blanca

Miles de emociones sintieron los corazones racinguistas que coparon el cilindro en un partido que, en la previa, había que ganarlo si o si. Bengalas, cantos y mucho, pero mucho, color.

El partido que Racing le ganó a Newell´s por 2 a 0 parecía que era del torneo pasado. La ansiedad de volver al estadio Juan Domingo Perón era tan grande que poco importó la lluvia que prometían los noticieros.

Un cilindro colmado en todos sus sectores, no entraba más nadie. Socios, no socios, solteros, casados, familias enteras, cuando se habla de Racing lo único que importa es estar presente en el tablón.

La expectativa crecía, las bocas se llenaban de gritos, los chicos terminaban de cortar sus revistitas para recibir al equipo, era una noche ideal: había que conseguir los tres puntos para estar más cerca de la clasificación a la Copa Libertadores.

El equipo estaba por salir y la bandera “La Guardia Imperial” se llenaba de fotos, el viento no fue su mejor aliado y, por miedo a que pase lo que ningún hincha quería ver, el trapo volvió a la platea académica.

“Racing, mi buen amigo, esta campaña volveremo a estar contigo, te alentaremo de corazón esta es tu hinchada que te quiere ver campeón, No me importa lo que digan, los del rojo y los demás, yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero mas” entonaban eufóricos los hinchas de la Academia cuando sus jugadores, sus hombre de sueños celestes y blancos, pisaban el verde césped.

El partido estaba por comenzar, los papelitos estaban casi en sus totalidad afuera del campo, los jugadores en sus posiciones, y la hinchada completaba el escenario: “Hay que alentar todos juntos por estos colores, solo te pido mas huevos para ser campeones, no hay que parar de alentar, la vuelta vamos a dar”.

El primer tiempo transcurría y los botines de los futbolistas estaban nerviosos, faltos de ideas. El jugador “distinto” de la Academia, Giovanni Moreno, no podía desarrollar su juego, los delanteros se volvían a encontrar imprecisos, el mediocampo no pisaba fuerte.

A los corazones racinguistas no le vengan a hablar de amor. Si hay algo que entienden es que ellos alientan a Racing: “Vamo academia, que tenemo que ganar, esta hinchada no te deja de alentar”.

La primera etapa terminaba, en la popular buscaban huecos para sentarse y descansar un ratito. Tiempo para ir al baño, tomar algo y, si había plata, comer un chori o un paty.

La segunda mitad empezó y el encuentro continuaba igual, ninguno de los dos se sacaban diferencias. Cuando el partido entraba en un pozo oscuro, los hinchas de Racing demostraron, como lo hacen habitualmente, porque son los más grandes: Bengalas, tres tiros, rollos de papel, una verdadera fiesta.

El cantito que acompañaba esa locura era “llega el domingo yo te vengo a ver, yo soy desde pendejo hincha de la acadé, cada partido me vuelvo a enamorar, llega el domingo y todo vuelve a empezar, no se porque te quiero así, Racing sos mi alegría Racing me hace sentir, todo ese amor esa ilusión, la de toda la gente que te quiere campeón”.

Los jugadores intentaban pero no podían, el nerviosismo ya era general, pero la gente continuaba: “Como esta hinchada loca, seguro que no hay, te sigue a todas partes, te alienta hasta el final, porque tenemo aguante, aguante de verdad, es la numero uno, es La Guardia Imperial”.

Como se dice en muchos bares, la hinchada no gana partidos. A los 23 minutos del complemento, Quilmes logró romper el marcador con un tanto de Francisco Cerro.

Ni tiempo para festejar tuvo el grupito de simpatizantes que se acercaron al Cilindro porque a los 26 minutos Gabriel Hauche empató el encuentro para la Academia.

El tanto permitía soñar, faltaba un gol para cumplir el objetivo de esta noche, los jugadores lo sabían, los hinchas también: “vamo Racing vamo, ponga huevo que ganamo”.

Si había hinchas con problemas cardiacos, los 5 minutos finales pudieron ser los últimos de sus vidas. Giovanni Moreno habilitó a Pablo Lugüercio, quien había entrado por Bruno Zuculini, y este picó la pelota sobre el arquero. “GOOOOOOL PALOOOO GOOOOOOOL NOOO UUUUUUUUH LA PUT…” síntesis de ese momento.

Cuando el árbitro estaba por sonar el silbato lo tuvo Quilmes y, gracias a dios, la pelota se fue besando el palo derecho del guardameta académico.

Luego del partido muchas fueron las voces que inundaron las paredes del Cilindro: “no podemos empatar contra los últimos”, “había que ganar loco”, “menos mal que no perdimos”.

Miles de palabras pero desde la tribuna no se pudo hacer más nada.

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