lunes, 15 de noviembre de 2010

Un amor sin límites

Las distancias en Racing no son más que palabras. Los 306 kilómetros que separan la Capital Federal de la ciudad de Rosario no fueron impedimento de nada y la gente copó el estadio de Newell´s en el Parque de la Independencia.

Aquel gol de Lucas Aveldaño que había sentenciado el empate 2-2 frente a Arsenal de Sarandi 15 días atrás, cerraba una nueva fecha de este torneo Apertura 2010 y daban paso a un nuevo encuentro que iba a ser en este caso frente a Newell´s Old Boys y en el siempre complicado Parque de la Independencia ubicado en Rosario. Domingo a las 21.15 iba a ser el horario y al laburo el lunes se llegaba tranquilo (no como frente a Olimpo en Bahía Blanca).

Los días de la semana no fueron más que la antesala de uno de los viajes más cortos que tiene el torneo actual para los que salen de Capital Federal. “Yo canjeo las entradas, vos averigua por el micro, yo llevo para comer, vos lleva para tomar”. Los grupos de amigos se iban organizando y el día en que se partía para Santa Fe estaba cada vez más cerca.

Domingo a la mañana. Te levantaste, agarraste algunas cosas que creías indispensables para poder pasar esas casi 5 horas que te separaban de aquel estadio en donde una vez más ibas a ver a tu amado Racing Club. Con la premisa de sumar puntos para la Copa Libertadores, la caravana de la ilusión partió cerca del mediodía. Lo único que querías, era volverte con una sonrisa dibujada de oreja a oreja.

¿Maneras para pasar el tiempo? Miles. Algunos jugaban al truco, otros charlaban pero las risas y los cánticos académicos que nunca faltan, le dieron forma a un viaje que ya para muchos es entre amigos. “Solo te pido que ganen, pongan huevo y corazón, que la Numero 1 te pide que salgas campeón” que expresaban algunos ubicados en el fondo, se mezclaba en el aire con el “Quiero vale 4” de adelante.

La noche se iba convirtiendo en el fiel testigo de los nervios y la ansiedad. Cada vez faltaba menos y el partido estaba a punto de comenzar. A medida que nos acercamos, las luces del estadio nos daban la bienvenida. Cada uno agarraba sus cosas, buscaba la entrada que por algún lado la tenia, se juntaba devuelta con sus amigos y, de la forma más rápida posible, entraban a la cancha.

“Ooh son los come gatos, son los p… de Rosario” “Los gatos no se comen ooh ooh” fueron los protagonistas en las gargantas racinguistas al igual que el conocido “Vamos Vamos Vamos La Academia, Vamos Vamos Vamos La Acadeee” se encargaron de enmarcar la aburrida primera etapa de uno de los encuentros más importantes para aspirar a una posible clasificación para la Copa Libertadores 2011.

“Basta de Bieler! ¿Qué hace Lugüercio en el banco?”, “Toranzo, sos de madera!!” se escuchaban los reproches en las charlas entre algunos hinchas que habían salido para comprar algo de comer o de tomar. Después de los 15 minutos que tienen los jugadores para descansar, se vinieron los otros 45 minutos del complemento que, hasta esa altura, no reflejaban otra cosa que un “empate clavado”.

“Ésta noche cueste lo que cueste, ésta noche tenemos que ganar” se hacía eco en el mínimo sector visitante brindado por el conjunto de Sensini. Los minutos pasaban y el empate estaba cada vez más sentenciado aunque a los 28 minutos el ingreso de Pablo Lugüercio por un Claudio Bieler que no logra levantar el nivel, daban aunque sea, esa esperanza de poder romper con la paridad.

Los últimos 5 minutos, fueron para el infarto. A los 43 minutos y después de haber dejado la vida al gritar “GOOOOL!” pensando que había sido valido, te das cuenta de que fue anulado por un supuesto off side. Sin embargo, a la jugada siguiente, Lugüercio desborda, tira el centro y lo vez a Hauche solo y que la pelota le cae a la cabeza. GOOOOOOOOOOOOOOL!!!!!! Y ahora sí, 1-0 arriba. Mirando el reloj incansables veces para que de una vez por todas el réferi, Federico Beligoy, de el pitido final, una diagonal de Lugüercio (nuevamente) te sorprende entre los nervios y volves a ver como la pelota le da un beso a la red. GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!!!! 2-0 en el marcador, pocos minutos para que termine el partido y muchas horas por delante en lo que iba a ser el regreso a casa. Pitido final con alegría de regalo.

Salís, buscas el micro que te había traído hasta la cancha, te sentas, miras al amigo con el que habías compartido las 5 horas de ida y al compás de una sonrisa lo miras y le decís: “Que lindo que sos Racing…”

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