lunes, 22 de agosto de 2011

Cóctel de sensaciones

Innumerables impresiones recorren el cuerpo de la mayoría de los hinchas racinguistas cuando el árbitro inicia el juego y también cuando decreta el final. Sin embargo, durante los noventa minutos, fluctúan y recorren por las venas distintos sinsabores que enmarcan el agitado corazón académico. Optimismo, pesimismo y realismo conforman el tríptico lógico de este ciclotímico Racing.

Que lo importante es ganar, puede ser verdad, y más cuando el prólogo del torneo todavía continúa merodeando por los distintos estadios donde el balón rueda tímidamente. Pero también resulta ineludible, observar la bipolaridad de este Racing versión Simeone que cambia la careta según el teatro donde le toque brindar espectáculo. Ya desde la primera fecha contra Tigre se vislumbro un conjunto que ante la mínima diferencia en el marcador se repliega con la intención de soslayar y perpetuar en el campo de juego esa victoria parcial que viaje directamente hacia el bolsillo de todos los académicos.

Así mismo, en esta oportunidad, en el Florencio Sola y nuevamente en condición de visitante, la Academia reflejó una identidad de juego parecida, en donde los primeros minutos resultan indispensables para obtener esa diferencia que le permita replegar sus líneas para conformar un muro aparentemente impenetrable, el cual encuentra hasta a Teófilo Gutiérrez como el primer defensor del equipo, lugar en el que, claro está, no se siente para nada cómodo y lo demuestra en cada oportunidad en la que le toca cruzar el mediocampo hacia donde se ubica su compañero, Sebastian Saja.

¿Con tantos jugadores de buen pie como lo son Castro, Yacob, Pelletieri, Teófilo y Hauche es necesario recurrir a la marca y a la lucha para inmortalizar la supremacía futbolística? Aparentemente, no jugar en Avellaneda condiciona a un conjunto que, con la bandera de ganar de local, se conforma con sumar siquiera un punto de visitante. En este caso, la victoria frente a Banfield por la mínima diferencia, ayuda en la confianza y en lo emocional ya que siempre resulta más sencillo el trabajo semanal habiendo ganado el fin de semana.

“El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas”, frase de William George Ward que refleja a la perfección la situación de la entidad de Avellaneda que deberá calzarse el traje del realismo en su más verídica versión. Decir que no hay material de categoría como para elevar el volumen de juego, es vestirse de pesimista. Ser conciente de que lo que se muestra no es lo que se podría verter al césped, no es pecar de optimista, pero en éste caso, ajustar las clavijas de un barco que a tan sólo tres encuentros del comienzo corre a la cabeza de un pelotón, es ponerse el overol, ser realista y tomarse a éste cóctel de sensaciones como el antídoto esencial para convencerse de que son ellos mismos los que están para luchar hasta el final.

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