jueves, 5 de noviembre de 2009

Racing recuerda el 42º aniversario del Campeón Mundial de 1967



La pelota ya salió de esa zurda prodigiosa y viajó con destino de gol sin ningún tipo de escalas; en realidad si, con una sola: la gloria mundial, la eternidad que genera en la historia el que un acontecimiento pueda transformarse en mito y leyenda al mismo tiempo, al igual que quienes formaron parte de su gesta.


Juan Carlos Cárdenas pateó y el vuelo del arquero Fallon fue estéril en su afán de intentar capturar el sueño que mantenía en vilo no sólo a los académicos, sino a un país entero. El 4 de noviembre de 1967, el remate del “Chango” se convirtió en gol y las esperanzas depositadas en el equipo de Juan José Pizzuti se cristalizaron en un solo grito: ¡RACING CLUB CAMPEON MUNDIAL! Hoy se cumplen 42 años de aquella epopeya lograda en el Estadio Centenario de Montevideo ante el Celtic de Escocia y que colocó a la Academia en la cima del pedestal futbolístico internacional. Bien sirva esta oportunidad para rememorar un hecho que desde su génesis aquella tarde en Uruguay, será por siempre tan inmortal como Racing Club.

La época gloriosa del “equipo de José” parecía no tener techo. Desde el título local conseguido en 1961, Racing Club había encarado en proyecto a largo plazo en el que los jóvenes talentos surgidos desde las divisiones juveniles sumados a los refuerzos que llegaron conforme pasaban los campeonatos, dieron forma a un plantel que cuando alcanzó su pico de rendimiento, consiguió actuaciones y resultados superlativos. En 1965 la llegada del técnico, que venía de ser figura y símbolo del equipo algunos años antes como jugador, terminó de generar esa cuota de impulso que faltaba para salir de la irregularidad y entrar por la puerta grande del triunfo conforme se sucedieron los años.

Con una base de jugadores ya afirmada, una línea de juego establecida y una mentalidad ganadora que no variaba en ninguna cancha, los frutos empezaron a cosecharse. Así pasó primero el título local de 1966, con la racha de 39 partidos invicto del equipo y al año siguiente, como era de suponerse, no sólo se buscó la gloria en el plano local sino que se apostó a derribar las fronteras e imponerse ante todos como el mejor equipo de Sudamérica. Condiciones sobraban, dentro de la cancha y en el banco de los suplentes. Juan José Pizzuti manejaba con su habitual claridad el andar de Racing y sus dirigidos le respondían con goles, actuaciones sobresalientes y triunfos.

En 1967 la Academia participó en la considerada de manera historica como la Copa Libertadores más larga de la historia. Para consagrarse en el certamen de clubes más importante y prestigioso del continente, el plantel debió jugar 20 partidos antes de quedarse con el trofeo. Algo impensado en la actualidad. Además, se atravesaron meses de trabajo muy exigentes, con un cronograma de partidos que se repartía todas las semanas entre compromisos por el torneo local y por la copa. A pesar de todas las contras, Racing club hilvanó una campaña impecable para quedarse primero con el Grupo 2 y luego para avanzar hasta el título dejando en el camino a River Plate, Universitario de Perú, Colo Colo de Chile y Nacional de Uruguay, en la gran final definida en un tercer juego en escenario neutral luego de los empates en Avellaneda y Montevideo. El Estadio Nacional de Chile fue el marco de una nueva fiesta teñida con los colores celeste y blanco, el 29 de agosto luego del 2 a 1 final.

Pero aún faltaba, a pesar de los constantes logros conseguidos hasta el momento, el escalafón mayor. Faltaba el título del mundo para seguir con la cadena lógica tras ser el mejor a nivel nacional y sudamericano, Racing Club debía ser el mejor equipo del planeta. Claro que tamaña recompensa siempre posee un obstáculo de igual magnitud al cual sortear antes de poder conseguirla y en este caso, el poderoso Celtic de Escocia era el escollo que separaba al equipo de la gloria eterna y la consagración en la Copa Europeo-Sudamericana.

La primera gran final fue en condición de visitante. Toda la delegación Racinguista se trasladó hacia Glasgow, para enfrentar en el estadio Hompden Park al equipo anfitrión. Racing formó con: Agustín Mario Cejas; Roberto Perfumo, Rubén Díaz; Oscar Martín, Miguel Angel Mori, Alfio Basile; Humberto Raffo, Juan Carlos Rulli, Juan Carlos Cárdenas, Juan José Rodríguez y Humberto Maschio. A pesar de las ganas, el equipo poco pudo hacer frente a las 120.000 personas presentes ese día y a la marcada superioridad del Celtic, que debió haber ganado por varios goles pero sólo se impuso por la mínima diferencia, gracias a un tanto de McNeill, a los 24 minutos de la parte complementaria.

El regreso hacia Argentina se realizó bajo un clima de marcada tristeza. Pero a pesar del bajón anímico y el resultado adverso, aún quedaba la revancha en Avellaneda y todo el grupo se mentalizó para ganar ese partido de cualquier forma para llevar la definición a un tercer juego. Con un Cilindro lleno por completo y la presión del público Racinguista a favor de los dirigidos por Pezzuti, Racing salió el 1º de noviembre a jugar con dos cambios con respecto al partido en Escocia: Nelson Chabay entró por Díaz y el brasileño Joao Cardoso lo hizo por Mori. Así, la Academia alineó a: Agustín Mario Cejas; Roberto Perfumo, Nelson Chabay; Oscar Martín, Juan Carlos Rulli, Alfio Basile; Joao Cardoso, Humberto Maschio, Juan Carlos Cárdenas; Juan José Rodríguez y Humberto Raffo. Aunque toda la presión inicial fue del local, el visitante propuso un juego ofensivo similar al del primer partido y se puso en ventaja en el primer tiempo gracias a un penal convertido por Gemmell al minuto 21. Con el resultado en contra y el apoyo de un estadio entero, Racing comenzó a inclinar la cancha e igualó doce minutos después por intermedio de Raffo. Pero el empate no era suficiente para forzar un partido definitorio y entonces apareció Cárdenas al inicio del segundo tiempo, para marcar el gol que cerraría el marcador. Triunfo 2 a 1 y definición en estadio neutral. Paralelismo con la final de la Copa Libertadores y para alegría del pueblo académico, idéntico final.

Tras la victoria casi no hubo tiempo para celebrar. Con la tensión generada por la circunstancia lógica de definir un campeonato del mundo y casi sin tiempo para descansar, la delegación se trasladó hacia Montevideo, que sería el escenario del partido decisivo. A pesar de la gran cantidad de simpatizantes que se trasladaron hacia el estadio Centenario para ver al equipo y de la cercanía con Argentina, Racing fue más visitante que el Celtic, ya que la mayoría de la parcialidad uruguaya se puso del lado de los escoceses. Aquel 4 de noviembre de 1967 Pizzuti mantuvo la formación inicial con la que se había ganado en el Cilindro: Agustín Mario Cejas; Roberto Perfumo, Nelson Chabay; Oscar Martín, Juan Carlos Rulli, Alfio Basile; Joao Cardoso, Humberto Maschio, Juan Carlos Cárdenas; Juan José Rodríguez y Humberto Raffo. A diferencia de los dos primeros partidos, la tercera fue una final muy reñida y en la cual abundaron las infracciones y la pierna fuerte. La clara muestra de esto fueron los cinco expulsados que tuvo el juego: Basile y Rulli por Racing, Lennox, Johnstone y Hughes por el Celtic. Con el marcador sin goles y paridad que no parecía romperse, tenía que aparecer una jugada distinta, diferente. Una acción que no diera lugar a ningún tipo de reacción rival y coronara un ciclo con el objetivo más alto de todos, la gloria mundial. Y esa jugada llegó a los 10 minutos del complemento. Rulli y Cardoso armaron la jugada; Rulli se mandó y Cárdenas se mostró en la izquierda; la pelota le llegó al nacido en Santiago del Estero que avanzó unos metros, levantó la cabeza y le dio de zurda al balón, con tremenda fuerza y dirección desde unos 25 o 30 metros del arco. Fallon, el arquero rival, voló pero no pudo impedir que el tiro se transformara en el gol del título.

El resto de la historia es conocida: el festejo enloquecido tanto en el terreno de juego como en el vestuario del club uruguayo, el posterior traslado hacia Buenos Aires y la enorme convocatoria que suscitó el flamante campeón luego de su desembarco, con una multitud que se había congregado con mucha anticipación para recibir, felicitar y homenajear a sus héroes sin ningún tipo de distinción de camiseta, sino considerando que el logro había sido del país para con el mundo. Hace 42 años, Avellaneda le mostró al mundo entero que el mejor equipo de todos tenía los colores blanco y celeste estampados en el pecho. Racing fue un país y la consagración puso a la Argentina de festejo y al club en lo más alto de la cúspide mundial. Alto, bien alto. Ahí arriba, inalcanzable. Como el zurdazo del “Chango” Cárdenas que no detuvo Fallon y que dio inicio a la leyenda que hoy celebra un año más de vida

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