domingo, 29 de noviembre de 2009

Banfield 1 - 2 Racing



Racing había metido la mano en el frasco de las golosinas y se había quedado con el caramelo más dulce. El que promulgaba una victoria histórica, por contexto futbolístico, símil a la consagración ante el último campeón de América. Ya se había quedado con el primer gol de pelota parada convertido a la mejor defensa del campeonato y se subía a las nubes con pensar en quitarle un suculento invicto. En algún momento la azucarada paleta del triunfo pasó a ser parte de la fábula, pero para Bandield, el paciente y efectivo Banfield, no fue como robarle un dulce a un niño.


Los de Vivas hicieron más que un partido digno, fueron inteligentes y le pagaron al Taladro con mucho de su propia medicina. Se vieron arriba con ese baldazo de agua fría de Martínez y, de no ser por el momento de Silva, que la mete hasta de espaldas, la mala salida de De Olivera y un gol mal anulado, la historia hubiese sido más tranquila. Porque Racing, de a poco, intenta parecerse a un equipo y, si no consigue ni arrimarse, le pone la actitud necesaria como para moverle el piso a cualquiera. Mirar, si no, el contraataque a la perfección con el que bajó al puntero del Apertura: Aveldaño pasó a toda marcha, Lugüercio se la cedió y Mercado -el central, el lateral, el volante- apareció cómo un genuino nueve de área.

A Racing le hizo falta sacar el cuaderno y tomar apuntes durante todo el campeonato: soltar al goleador del torneo en una pelota parada es como darle una pistola a un mono. Pero bien se las arregló para aguarle la fiestita en su propia casa. Le dio una revalorización a esa frase que ya es eslogan típico en su vestuario antes de cada encuentro: en la cancha somos once contra once. En cierto punto las voces académicas apelan a una igualdad inexistente, lo demuestran los números -su rival llevaba 15 partidos invicto-, pero en otro no se equivocan y en el Florencio Sola quedó plasmada su obra de arte: La Pimienta del Campeonato.

No es que la Academia evoque la fascinación de sus hinchas, que deslumbre con su juego, que tenga los principios bielsistas que pretende su técnico a largo plazo, pero apeló a la paradoja y sacó de curso al temor de los temores. Volteó al imperio del orden verde y blanco que se construyó en el Sur. Le costó mucho abrir el frasco de los dulces para que venga un desconocido e intente robarle los tres puntos más exquisitos y empalagosos que podría haber imaginado. A Racing, que hasta hace poco hacía dilatar las pupilas de bronca, esta vez no le quitaron su caramelo.
 
Y a tres fechas del final, el campeonato está en llamas

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